Autores: Guerra de Hoyos JA, Rivas Aguayo D, Ruiz-Canela Cáceres J.
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En la actualidad el proceso de la toma de decisiones en la práctica clínica se ha hecho muy complejo, ya que para la mayoría de los problemas de salud, disponemos de más de una intervención posible para proponer a nuestros pacientes. Estas pueden aportar beneficios, pero también riesgos. La adecuación - la decisión sobre si resulta correcta la indicación de una determinada intervención a un determinado paciente- es un problema de balancear los beneficios y riesgos de esa intervención. En la rutina diaria de la atención a los pacientes el médico se enfrenta a dificultades para saber cuál es la intervención más adecuada, ya que esto implica, por un lado, conocer con el mayor grado de certeza posible cuáles son los beneficios, los riesgos, los inconvenientes y los costes de las distintas opciones. Y por otro, ponderar los beneficios, los riesgos, los inconvenientes y los costes de las mismas y decidir si este balance es lo suficientemente favorable como para justificar sus inconvenientes y sus costes.
En una situación de sobrecarga de información1 con dificultades para la toma de decisiones de los clínicos y de variabilidad no justificada, por las circunstancias del paciente o del contexto de dichas decisiones, no es práctico que el médico clínico sea el que realice la valoración global de la evidencia científica para tomar la decisión. Por ello, aparecen las guías de practica clínica (GPC), junto a otros instrumentos como las revisiones sistemáticas de la literatura, protocolos, vías clínicas, etc. que ofrecen una ayuda importante para escoger la decisión más correcta, entendida como la que tiene el mejor balance entre beneficios, inconvenientes y costes, y que a la vez se adapta mejor a las circunstancias del paciente y se pueda por tanto, conseguir los mejores resultados de salud2.
Las GPC tienen características propias que las diferencian de otros instrumentos y que las definen como "directrices elaboradas sistemáticamente para asistir a los clínicos y a los pacientes en la toma de decisiones sobre la atención sanitaria adecuada para problemas clínicos específicos”3. Características como el rigor de su desarrollo, su flexibilidad, o el aportar instrumentos para la implantación de las recomendaciones, han hecho que las guías, en general, y en particular las desarrolladas con la metodologías de la medicina basada en la evidencia, estén viendo incrementado su prestigio y su uso en general por parte de los profesionales y de los sistemas sanitarios. Pero este hecho no está exento de dificultades para el uso adecuado de las GPC:
Los usuarios de GPC y otras recomendaciones, necesitan saber hasta qué punto pueden confiar en ellas y qué pautas pueden facilitar su incorporación a la práctica clínica. El propósito de este artículo es dar a conocer tres proyectos que han surgido en los últimos años para paliar las dificultades, anteriormente mencionadas, con las que se encuentran los usuarios de guías, mejorando la confianza y facilitando la aplicación de las mismas.
1. El AGREE
Junto a la proliferación de GPC, se hacen patentes los problemas de calidad, entendida esta como “la confianza en que se han evitado, en el desarrollo de una guía, los sesgos potenciales y que sus recomendaciones tienen validez interna y externa, y utilidad para la práctica clínica”3. La calidad no es un aspecto banal para los usuarios de las GPC, ya que puede aumentar o disminuir las probabilidades de que se implanten o no las guías y que finalmente se obtengan o no beneficios o daños en los pacientes y en el servicio sanitario4.
La calidad varia según los países y el área de salud en los que se evalúa, la metodología y desarrollo de los estudios, la temática de las guías, o las diferencias en el contexto o la población de los que parten y hacia los que se dirigen las guías. Pero en general se encuentra que la calidad de las GPC es mejorable7,8 y en algunos países como el nuestro no solamente hay guías de baja calidad, sino que se da un bajo grado de aceptación por parte de los profesionales y de inclusión en los programas de calidad de los servicios sanitarios9,10.
Para valorar la calidad de las GPC han ido surgiendo criterios, escalas e instrumentos que permiten discriminar entre ellas de cara a la inclusión en registros o almacenes de guías o para su adopción e implantación en sistemas sanitarios. Se pueden identificar más de veinticuatro instrumentos11,12, pero solo algunos han sido validados, como el de Shaneyfelt et al13 o el de la colaboración AGREE14. A partir del instrumento de Cluzeau et al y tratando de disponer de un único instrumento de uso común, se establece una colaboración entre los principales países (diez países europeos, Estados Unidos, Canadá y Nueva Zelanda) con mayor desarrollo en programas de guías, y se diseña un proyecto multicéntrico, que elabora (1998-2001), valida y publica en 2003 el instrumento AGREE en su versión final14.
Desde entonces el AGREE ha sido adoptado por el Consejo Europeo, la OMS, la Internacional Guidelines Network y por multitud de países, se ha traducido a más de siete idiomas, y se ha convertido en el estándar oro en su campo, demostrando en comparación con otros instrumentos similares11,12 que es un instrumento exhaustivo en cuanto a taxonomía, dimensiones y criterios que utiliza y a la vez equilibrado en cuanto a su facilidad de uso, siendo idóneo para valorar la calidad de una GPC de cara a su utilización, independientemente del tema que aborde o del contexto de que se trate, y para comparar entre sí distintas guías y distintos evaluadores.
Se trata pues de un instrumento “genérico” (cualquier enfermedad o área), desarrollado por un grupo internacional de expertos para evaluar la calidad de todo tipo de GPC (sesgos potenciales en el desarrollo, recomendaciones con validez externa e interna, aplicabilidad en la práctica) evaluando los beneficios, daños, costes y los aspectos prácticos de su aplicación así como la probabilidad de alcanzar los resultados y dirigido a gestores sanitarios, clínicos y educadores en capacidad crítica.
El instrumento consta de 23 criterios agrupados en 6 áreas o dominios (tabla l), que son valorados con una escala tipo Likert de cuatro puntos. Otorgar un 4 significa que el evaluador está completamente de acuerdo en que la guía cumple el criterio, en cambio si se está completamente de acuerdo en que no lo cumple se otorga un punto, y si no se está completamente de acuerdo - dudas - de que se cumple o que no se cumple se otorgan respectivamente 3 o 2 puntos (fig1). Se agregan las puntuaciones de los criterios de cada área y se calcula el porcentaje obtenido respecto del total, asimismo se hace un cálculo estandarizado con las puntuaciones de los distintos evaluadores, a mayor número de evaluadores aumenta la fiabilidad (para una evaluación formal se recomienda un mínimo de 4) y deben tener una mínima familiaridad con el instrumento.
Tabla1. Áreas o dominios del AGREE y nº de criterios por área Mostrar/ocultar
Figura 1. Alcance y objetivo Mostrar/ocultar
Finalmente con la puntuación por áreas, se clasifica la GPC como muy recomendada, recomendada, o no recomendada (tabla2). Se estima en 1,5 horas el tiempo necesario para realizar una evaluación formal. En el instrumento se aportan “pistas” y ejemplos para la correcta interpretación de los criterios, se puede ampliar la información consultando el manual o guía del usuario que complementan al instrumento AGREE; ambos se pueden obtener en español15.
Tabla 2. Valoración Global de la Guía* Mostrar/ocultar
2. El GRADE
Hace tiempo que se introdujo el primer sistema de clasificación de la calidad de la evidencia y la fuerza de las recomendaciones16. Desde entonces numerosas organizaciones e instituciones han ido desarrollando sus propios sistemas y, actualmente, se contabilizan más de cien17. Es indudable que muchos de estos sistemas han contribuido a mejorar el proceso de elaboración de las recomendaciones y a facilitar su interpretación; no obstante, su proliferación y diversidad también ha generado gran confusión y dificultades en la interpretación y aplicación de las mismas18.
Sirva el ejemplo de la tabla 3 donde se observa la diferencia en la clasificación de la evidencia y las recomendaciones que realizan tres prestigiosas organizaciones en el uso de anticoagulación oral en pacientes con fibrilación auricular y enfermedad de la válvula mitral.
Tabla 3. Diferencia en la clasificación de la evidencia y las recomendaciones de tres organizaciones en el uso de anticoagulación oral en pacientes con fibrilación auricular y enfermedad de la válvula mitral Mostrar/ocultar
Además, la formulación de recomendaciones de una GPC conlleva la realización de juicios sobre la calidad de la evidencia, acerca del balance entre beneficios y riesgos, y sobre si es lo suficientemente favorable como para justificar los inconvenientes y los costes. La mayoría de estos juicios se hacen de forma implícita17 o se mezclan los juicios sobre la calidad de la evidencia con los juicios sobre el balance entre beneficios y riesgos. Esto dificulta a los usuarios de las GPC la confianza en la validez y la aplicabilidad de las recomendaciones. Algunos sistemas de clasificación ni siquiera tienen en cuenta el balance entre beneficios y riesgos y asignan la fuerza de recomendación a partir de la calidad de la evidencia exclusivamente: Por ejemplo, es frecuente encontrar una recomendación fuerte sólo por el hecho de estar basada en un ensayo clínico aleatorizado bien diseñado y realizado, sin considerar el balance entre beneficios y riesgos19.
El grupo de trabajo de GRADE comenzó como una colaboración informal entre personas interesadas en abordar las deficiencias de los actuales sistemas de clasificación y tiene como objetivo desarrollar un método común y razonable para clasificar la calidad de la evidencia y la fuerza de las recomendaciones. En el proyecto están implicadas las principales organizaciones e instituciones científicas, además de los principales grupos elaboradores de GPC y otras recomendaciones (ACCP, AHRQ, Australian NMRC, BMJ Clinical Evidence, Cochrane Collaboration, CDC, NICE, Oxford CEBM, SIGN, UpToDate, USPSTF, WHO).
La propuesta del sistema GRADE consiste en17,19:
Tabla 4. Definiciones explícitas de la clasificación de la evidencia y la fuerza de las recomendaciones Mostrar/ocultar
En este artículo, no se va a presentar de manera pormenorizada todos los aspectos y la sistemática que los grupos que elaboran GPC necesitan para aplicar este enfoque, sino que intentaremos presentar de forma esquemática el enfoque específico y método de trabajo que propone el sistema. Para hacerlo más comprensible lo iremos exponiendo partiendo del esquema general del proceso de elaboración de una GPC19.
Figura 2. Mostrar/ocultar
Tabla 5. Revisión secuencial de la calidad de la evidencia para cada resultado Mostrar/ocultar
Tabla 6. Tercer paso, la calidad global de la evidencia debería valorarse a partir de los resultados y basarse en la calidad más baja para cualquiera de los resultados clave Mostrar/ocultar
Figura 3 Mostrar/ocultar
3. El procedimiento ADAPTE
Hemos visto anteriormente la expansión del desarrollo y uso de las GPC, pese a que se requieren recursos substanciosos en tiempo y costes económicos directos y un equipo de trabajo suficientemente cualificado para desarrollar guías de calidad y mantenerlas actualizadas. Muchos países participan en este fenómeno con guías de calidad variable, a veces con coincidencias en los temas y con concordancia o no de las recomendaciones; esto puede suponer una utilización poco eficiente de recursos y trabajo añadido a la hora de implantar las guías en los servicios sanitarios. Así algunos autores26 sugieren que una alternativa más eficiente sería coordinar los distintos programas de producción de GPC y adaptar e implantar con rigor las guías existentes antes de desarrollar nuevas guías sobre los mismos temas.
A las dificultades para la implantación, se une el hecho de que las decisiones finales adoptadas en el contexto y nivel de que se trate (local, regional o nacional) no solo dependen de la evidencia, sino de intereses, creencias, confianza y motivación personales, con diferencias entre países desde un punto de vista cultural, de población o de organización sanitaria que pueden justificar que haya que hacer modificaciones o incluso desarrollar de nuevo las recomendaciones de una guía desarrollada en un país determinado cuando se va a implantar en otro con diferencias significativas27,28.
Ante estas necesidades surgen experiencias, procedimientos e instrumentos para adaptar las guías desde un nivel a otro en un mismo país (e., desde un contexto nacional a uno regional) o entre distintos países29, como una alternativa eficiente al desarrollo “de novo” y como una oportunidad para incorporar las diferencias culturales y organizativas del contexto local donde se realiza la implantación, aumentando así las posibilidades de lograr el éxito de la implementación y garantizando un producto final (guías o recomendaciones adaptadas al contexto local) de alta calidad. No obstante los procedimientos existentes para esta “adaptación trans-contextual” carecen de rigor en su desarrollo o de validación de su uso30.
Para desarrollar y validar un procedimiento genérico de adaptación que facilite el uso de las guías existentes y aumentar la cooperación entre países y organizaciones evitando duplicidades, surge una colaboración internacional “La Colaboración ADAPTE”, que integra investigadores y personas encargadas del desarrollo o de la implementación de guías. La Guidelines Internacional Network (GIN)31 celebró un taller sobre adaptación de guías dentro de su reunión de 2004 en Nueva Zelanda, con integrantes de la colaboración franco- canadiense para adaptación de guías, el grupo de adaptación de GIN y el grupo de desarrollo de guías de Nueva Zelanda.
Tras la unión de los dos grupos iniciales más importantes, el grupo ADAPTE y el grupo de Evaluación de guías de práctica clínica y de Ciclo de Adaptación (PGEAC: Practice Guideline Evaluation and Adaptation Cycle), comienza a elaborar un marco y un procedimiento para la evaluación y adaptación de la guías32, y se van incorporando a la Colaboración ADAPTE más de 15 miembros de países y organizaciones, como grupos y federaciones de organizaciones contra el cáncer33, escuelas de enfermeras, universidades, agencias y organismos gubernamentales, para trabajar hacia los objetivos mencionados. Se pueden consultar los actuales miembros en la página web de la Colaboración ADAPTE en www.adapte.org.
Esta colaboración internacional define en 2006 la adaptación de guías como “un proceso sistemático para considerar la utilización y o modificación de guías producidas en un contexto cultural y organizativo para su aplicación en otro contexto”. Cuando existe similitud entre el contexto en el que se desarrolla la GPC y el contexto en el que se va a aplicar en cuanto a la población, estructura-proceso de atención y a la no existencia de barreras adicionales a las consideradas en la guía (de recursos, impacto económico, intereses o factibilidad) se habla de “adopción” en vez de adaptación.
El grupo ADAPTE plantea un marco para la evaluación y adaptación de las guías, un proceso que sigue tres fases (preparación, adaptación, finalización), nueve módulos y 24 pasos, que se ilustran en la Tabla 7 y Figura 4, y que se describen en profundidad en el manual de la colaboración (Adapte Manual for Guideline Adaptation. Version 1.0. 2007, disponible en www.adapte.org) y un conjunto de herramientas para facilitar el recorrido del proceso de adaptación a las personas y grupos que aborden la adaptación e implementación de guías, todos estos instrumentos están disponibles en su página web.
Tabla 7: Fases y módulos del procedimiento ADAPTE Mostrar/ocultar
Figura 4 Mostrar/ocultar
El procedimiento ADAPTE está en fase de validación y refinamiento. Se inició en la reunión del GIN en Toronto34 en 2007 y se prevé que finalice en 2010. Dispone de una aplicación web para registrar la opinión de grupos e investigadores sobre el procedimiento con más de 127 grupos registrados, de más de 30 países; un pilotaje compartido entre los grupos de Francia y Québec y además una serie de grupos que han empezado a recoger y publicar las experiencias de su uso. Las primeras evaluaciones indican que la mayoría de los profesionales lo valoran como un procedimiento suficientemente claro, útil y aplicable.
Entre sus fortalezas se destaca que aunque está aun en fase de validación y evaluación, puede reducir la duplicidad en los esfuerzos de implantación de las recomendaciones, en particular en cuanto a la fase de revisiones sistemáticas para el desarrollo de las recomendaciones, utilizando menos tiempo (10 meses frente a 16-18) y recursos que la elaboración “de novo”, puede ayudar a tener más en cuenta los factores y particularidades locales del contexto desde el desarrollo de las recomendaciones, hasta su implantación final.
Es un procedimiento genérico y por tanto apto para GPC de cualquier enfermedad, distintos formatos (papel o electrónico), y para aspectos de diagnóstico, tratamiento, promoción o cuidados de la salud. Es de carácter sistemático por el rigor en los pasos y dimensiones que abarca (calidad, actualidad y coherencia, aceptabilidad y aplicabilidad del contenido clínico) y transparente por lo que además de producir guías adaptadas de suficiente calidad, validez y utilidad, puede aumentar la confianza e intención de uso de los usuarios de las guías y permitir su participación a través de los grupos multidisciplinares de adaptación.
Como limitaciones está el hecho de que casi un tercio de los profesionales que lo han utilizado valoran que es demasiado complejo para su uso por parte de los clínicos sin formación o asesoramiento específicos, lo que puede limitar su uso, incluso entre los miembros del grupo de adaptación, aunque estas resistencias, altas al principio, suelen desaparecer a medida que se va conociendo el procedimiento.
Otras dificultades surgen de aspectos propios de las GPC como su heterogeneidad en cuanto a la calidad, falta de transparencia o de actualidad que pueden dificultar realizar con éxito la adaptación. Por ejemplo si no se encuentra ninguna guía actualizada35 (se estima un periodo medio de 3 años) se puede impedir tomar la decisión de adaptarla. De igual forma se pueden presentar resistencias en los usuarios de las guías por falta de confianza en el proceso de adaptación.
En resumen, aunque se trata de un procedimiento en fase de validación y mejora en cuanto a su facilidad de uso, las primeras experiencias indican que puede ser útil a nivel local, en la tarea de adaptar e implantar guías de alta calidad que por sus costes y rigor de desarrollo han de ser desarrolladas a nivel nacional o internacional, reduciendo costes y aumentando la confianza y la participación de los usuarios en el proceso de adaptación primero y en la utilización de la guía adaptada una vez desarrollada, garantizando en todo momento la calidad y rigor en el proceso para conseguir mejorar los resultados de salud en el contexto local.
Guerra de Hoyos JA, Rivas Aguayo D, Ruiz-Canela Cáceres J. Instrumentos para el desarrollo y uso de las guías de práctica clínica basadas en la evidencia. Evid Pediatr. 2008;4:87.
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