Autores: Moreno Pérez D, Chaffanel Peláez M.
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El empleo alterno o secuencial de antitérmicos (paracetamol e ibuprofeno principalmente) en los procesos febriles de cualquier índole en pediatría sigue siendo una práctica habitual recomendada a menudo por los profesionales sanitarios y muy bien aceptada por los padres. La “fiebre-fobia”, un término acuñado hace años1 y que padecen la mayoría de cuidadores y no pocos pediatras, ha favorecido en gran parte esta tendencia terapéutica más agresiva en las últimas décadas. A pesar de ser uno de los procesos médicos más frecuentes en pediatría, el debate sobre la idoneidad del tratamiento sintomático de la fiebre se remonta a hace más de 30 años1 y aún no cuenta con respuestas sólidas. Las opiniones y actitudes están cambiando en los últimos años y se cuestiona la conveniencia de usar sistemáticamente fármacos antitérmicos, pasando a ser el objetivo principal alcanzar el confort del niño y no la apirexia. Por otro lado, a fecha de hoy, no existe evidencia científica acerca de la efectividad y seguridad del tratamiento alternado2,3.
Algunas limitaciones metodológicas, como el pequeño tamaño muestral, la procedencia exclusivamente hospitalaria de los participantes de uno de los estudios y otros hallazgos, analizados por Buñuel et al6,7 en el presente número de Evidencias en Pediatría, restan parte de validez a los resultados obtenidos.
El tratamiento con más de un antitérmico en el mismo proceso febril ha demostrado aumentar los errores de dosificación, y aunque no existen datos fiables acerca de la toxicidad acumulada, podría ocasionarlos a nivel renal y hepático8. El uso conjunto de paracetamol e ibuprofeno, es decir, administrados simultáneamente, parece ser más eficaz en el tratamiento de la fiebre pasados 60 minutos según un trabajo recientemente publicado9. Aunque las diferencias son estadísticamente significativas, desde el punto de vista clínico la diferencia menor de 0,5º C entre el grupo de tratamiento combinado y el de monoterapia no parece relevante.
Por otro lado existen datos que sugieren un mayor efecto antitérmico del ibuprofeno respecto al paracetamol, sobre todo en niños mayores de 5 años10 o cuando aquél se emplea a dosis altas (10 mg/kg/dosis)9,11,12. Esto podría apoyar la monoterapia con ibuprofeno a dosis altas cada 6-8 horas. De todos modos, la diferente metodología empleada en los distintos trabajos publicados aconsejan ser prudentes con esta afirmación13. Algunos autores, debido a la mayor experiencia clínica y seguridad, promueven el uso de paracetamol como primera elección3 pero no se debe despreciar el dato de que constituye la primera causa de intoxicación por antitérmicos en nuestro medio14.
Independientemente de encontrar una solución en este largo debate, los sanitarios debemos transmitir tranquilidad e información a los padres acerca de un problema tan cotidiano como la fiebre. La terapia secuencial, de entrada, fomenta la idea de la peligrosidad de la fiebre, favoreciendo la “fiebre-fobia”. Se les debe exponer a los padres la posibilidad de no tratar farmacológicamente la fiebre en casos de buena tolerancia a la fiebre baja, hacer hincapié en el verdadero punto de corte de la fiebre (en muchos casos descendido incluso a menos de 38º C axilar), y promover el empleo de medidas físicas como despejar las ropas, asegurar una correcta hidratación, mantener un ambiente térmico neutro y los baños con agua templada (36-38ºC)3,15. Deben también conocer la incapacidad ampliamente demostrada de los antitérmicos para prevenir la aparición de convulsiones febriles16 , una de las “leyendas” más difundidas vulgarmente y que acrecienta de forma importante el tratamiento enérgico de la fiebre.
Aunque los últimos estudios, incluyendo los dos analizados en este número, cada vez presentan menos limitaciones e intentan demostrar la superioridad de la alternancia de los antitérmicos frente a la monoterapia, en la práctica no parece recomendable llevarla a cabo de entrada de forma indiscriminada en todos los procesos febriles. Sería preferible individualizar cada caso según la tolerancia clínica del niño a la fiebre, reservando la terapia alterna para aquellos niños en los que ésta reaparece prontamente, a las 3-4 horas de la última dosis, unida a sensación de malestar.
Moreno-Pérez D, Chaffanel Peláez M. Antitérmicos, padres y pediatras. ¿Tenemos conclusiones para todos ellos? Evid Pediatr. 2006;2:16.
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