Autor: Medina Navarro M.
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La diabetes mellitus tipo 2 (DM2), anteriormente conocida como diabetes no insulinodependiente, es un trastorno que surge de la resistencia y deficiencia relativa (más que absoluta) a la insulina en ausencia de destrucción autoinmune de células β. Es un trastorno poligénico que implica interacciones entre factores genéticos y ambientales que conlleva a un fallo en células β pancreáticas1.
La verdadera prevalencia e incidencia de DM2 en niños y adolescentes permanece desconocida debido a la ausencia de cribado rutinario, aunque hay numerosos datos que confirman un incremento alarmante en la última década paralelamente al aumento de obesidad. Esta constituye la causa más frecuente de insulinorresistencia en la infancia y adolescencia y se asocia también a condiciones metabólicas prediabéticas, como son la alteración de la glucemia en ayunas y la alteración de la tolerancia a la glucosa2.
El inicio de la DM2 ocurre más frecuentemente durante la adolescencia donde encontramos los niveles máximos de insulina, así como una disminución en torno a un 30% de su sensibilidad1.
La DM2 es a menudo asintomática. Pueden también estar presentes síntomas clásicos de diabetes como poliuria, polidipsia, visión borrosa y pérdida de peso, en asociación con glucosuria e incluso cetonuria. La presentación puede ser ocasionalmente con cetoacidosis diabética o crisis hiperosmolar no cetósica y puede ser mortal.
Los criterios diagnósticos para la diabetes (Asociación Americana de Diabetes, 2015) son los siguientes:
En 2015, la Asociación Americana de Diabetes recomienda detección de DM2 en niños con sobrepeso (índice de masa corporal [IMC] > p85 para edad y sexo, peso para la altura > p85, o peso > 120% del ideal para la altura) con dos factores de riesgo adicionales: 1) historia familiar de DM2 en primer o segundo grado relativo; 2) raza/etnicidad (americano nativo, americano africano, latino, asiático americano, isleño del Pacífico); 3) síntomas de resistencia a la insulina o condiciones asociadas con resistencia a la insulina: acantosis nigricans, hipertensión, dislipemia, síndrome de ovario poliquístico, o pequeños para la edad gestacional, y 4) historia materna de diabetes o diabetes gestacional3.
El uso de la HbA1C, como único marcador para diagnosticar DM, es aún controvertido en la actualidad3.
Los jóvenes con DM2 tienen una alta prevalencia de complicaciones en relación con la diabetes y la obesidad con una pérdida de esperanza de vida de 15 años. Algunos estudios sugieren la presencia al diagnóstico de hipertensión en el 10-32% de los pacientes, microalbuminuria en el 14-22%, retinopatía en el 9,3%, dislipidemia en hasta el 85% y enfermedad hepática grasa no alcohólica en el 22% en menores de 30 años1.
Un estudio a largo plazo en Japón encontró que, durante un periodo de 20 años, un 24% de 1063 los participantes quedaron ciegos a una media de edad de 32 años1.
Otro estudio que siguió a 426 participantes con DM2 de inicio temprano encontró que en un periodo promedio de 6,8 años un 3% requirieron diálisis renal a los 35 años de edad1.
Evidencias en Pediatría, en este número4, nos presenta un artículo valorado críticamente donde se determina la viabilidad y eficacia real del uso de un sistema informático (CHICA DM2) en la identificación del riesgo, la coordinación del proceso y el diagnóstico de diabetes (DM2) en niños mayores de 10 años y adolescentes de riesgo. Se concluye que el uso de un programa informático resulta útil, ya que aumenta la realización de pruebas en pacientes de riesgo y mejora el seguimiento, aunque se desconoce su utilidad en la mejoría del estado de salud.
Con respecto al tratamiento, los pacientes con DM2 y sus familiares deben recibir una adecuada educación diabetológica, siendo imprescindible la monitorización frecuente de la glucemia capilar.
El tratamiento debe incluir tanto medidas no farmacológicas (cambios en el estilo de vida, intervención dietética e incremento del ejercicio) como terapia farmacológica (insulina y metformina, únicos agentes aprobados en Europa y EE. UU.).
Por tanto, la prevención primaria de DM2 deber estar dirigida a frenar la pandemia de obesidad e incidir en el cribado y diagnóstico temprano de esta enfermedad por la alta prevalencia de complicaciones que conlleva3.
Diabetes mellitus type 2 (T2D), formerly known as noninsulin-dependent diabetes, is a disorder arising from insulin resistance and relative (rather than absolute) insulin deficiency in the absence of autoimmune β-cell destruction. It is a polygenic disorder involving interactions between genetic and environmental risk factors that result in pancreatic β-cell failure.1
The true incidence and prevalence of T2D in children and adolescents remains unknown due to the lack of systematic screening, although numerous data corroborate an alarming increase in the past decade parallel to the increase in obesity. The latter constitutes the most frequent cause of insulin resistance in childhood and adolescence and is also associated with prediabetic metabolic states, such as impaired fasting glucose or impaired glucose tolerance.2
The onset of T2D occurs most frequently in adolescence, when insulin levels peak and insulin sensitivity decreases by around 30%.1
Type 2 diabetes is often asymptomatic. Patients may also present with classic symptoms of diabetes, such as polyuria, polydipsia, blurry vision and weight loss in association with glycosuria or even ketonuria. Patients may occasionally have onset with diabetic ketoacidosis or hyperglycaemic hyperosmolar nonketotic state, which may be fatal.
The diagnostic criteria for diabetes (American Diabetes Association, 2015) are the following:
In 2015, the American Diabetes Association recommended screening for T2DM in children with overweight (body mass index [BMI] > 85th percentile for age and sex, weight for height > 85th percentile, or weight > 120% of ideal for height) with 2 additional risk factors: 1) family history of T2D in first- or second-degree relative; 2) race/ ethnicity (Native American, African American, Latino, Asian American, Pacific Islander); 3) signs of insulin resistance or conditions associated with insulin resistance: acanthosis nigricans, hypertension, dyslipidaemia, polycystic ovary syndrome, or small for-gestational-age birth weight; and 4) maternal history of diabetes or gestational diabetes.3
The use of HbA1c, as the sole marker for the diagnosis of DM remains controversial at present.3
Youths with T2D have a high prevalence of complications related to diabetes and obesity, leading to a reduction of 15 years in life expectancy. Various studies have indicated that at the time of diagnosis, hypertension is found in 10% to 32% of patients, microalbuminuria in 14% to 22%, retinopathy in 9.3%, dyslipidaemia in up to 85%, and non-alcoholic fatty liver disease in 22% in the population aged less than 30 years.1
A long-term study conducted in Japan over a period of 20 years found that 24% of the 1063 participants became blind at a mean age of 32 years.1
Another study that followed 426 participants with early-onset T2DM over a mean period of 6.8 years found that 3% required renal dialysis by 35 years of age.1
In the current issue, Evidencias en Pediatría4 presents a critical review of an article that assessed the feasibility and effectiveness of a computerised system (CHICA T2D) to identify children aged 10 or more years and adolescents at risk for T2D and to coordinate screening for and diagnosis of T2D. It concluded that the computerised support system was useful, as it was associated with an increase in testing of at-risk patients and improved followup, although its impact on health outcomes is unknown.
As regards treatment, patients with T2D and their families must receive adequate education on diabetes, emphasising the need for frequent capillary blood glucose monitoring.
Management must include nonpharmacological measures (changes in lifestyle, dietary interventions and increased physical activity) as well as pharmacotherapy (insulin and metformin, the only agents approved in Europe and the United States).
Thus, primary prevention of T2D must aim at halting the obesity pandemic and emphasise screening and early diagnosis of this disease, given the high prevalence of its associated complications.3
Medina Navarro. Diabetes mellitus tipo 2 en Pediatría. La importancia del cribado y tratamiento precoz. Evid Pediatr. 2017;13:44.
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