Autor: Castillejo de Villasante G.
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La celiaquía es una enfermedad autoinmune en la que se produce una activación de la inmunidad innata y adaptativa. Como consecuencia, existe una respuesta inflamatoria y de destrucción celular por parte de los linfocitos T y B, que provocan las lesiones típicas de atrofia que podemos observar en la mucosa intestinal de los pacientes afectos. Esta respuesta inmune se acompaña de la producción de autoanticuerpos específicos como los antitransglutaminasa o los antiendomisio. Como es bien conocido, la respuesta autoinmune y la atrofia intestinal son reversibles cuando los pacientes dejan de comer gluten para siempre. El objetivo del tratamiento, pues, sería la desaparición de los marcadores y la normalización de la mucosa intestinal.
Se considera que no existe una ingesta de gluten segura en los pacientes celíacos, por ello la dieta debe ser muy estricta. Aunque no existe evidencia suficiente para indicar una cifra exacta, se ha sugerido que una cantidad menor a 10 mg de gluten diarios sería poco probable que causase alteraciones histológicas significativas1. Teniendo en cuenta esto, en el seguimiento de los pacientes sería interesante poder monitorizar si existe alguna ingesta de gluten, tanto voluntaria (en niños o adolescentes con dificultades para controlarse, los cuales se podrían beneficiar de terapias de apoyo) como involuntaria (niños que comen de forma habitual fuera de casa).
Actualmente, los medios utilizados para valorar el cumplimiento de la dieta son poco sensibles. Se utilizan:
Ante este panorama, la aparición de un marcador fiable, sensible y específico que permitiese la detección de transgresiones, tanto voluntarias no reconocidas como involuntarias, vendría a solucionar los problemas comentados anteriormente por parte de los marcadores utilizados hasta ahora.
En Evidencias en Pediatría3 se analiza un estudio reciente4 en el que se compara la detección de péptidos inmunogénicos del gluten (PIG) en heces con otros métodos de valoración del cumplimiento de la dieta.
Los PIG son fragmentos de la proteína del gluten muy resistentes a la digestión, por lo que pueden ser detectados fácilmente en la orina y heces de las personas que los han ingerido. La detección se realiza mediante técnicas semicuantitativas o cuantitativas (ELISA o inmunocromatrografía), tanto en laboratorio como a la cabecera del paciente (POC test). Utilizan una técnica parecida a la de la industria alimentaria en la detección de gluten en los alimentos y se detectan cantidades superiores a los 25 mg de gluten.
La presencia de estos PIG en la orina o heces de los pacientes indica un consumo reciente de gluten. En el caso de las heces, los PIG aparecen a las 12-48 horas tras la ingesta y desaparecen a los 2-7 días. En la orina aparecen a las 4-6 horas tras la ingesta y desparecen a los 1-2 días. Estudios recientes han demostrado que solo se detectan si existe consumo de gluten5,6. Más interesante todavía, en un estudio realizado en adultos, se comprobó una correlación directa entre la ausencia de PIG en orina y el grado de curación de la mucosa intestinal (la presencia de PIG positivos en orina se correlacionaba con la persistencia de atrofia intestinal)7.
Existe una correlación entre la cantidad de gluten ingerida y excretada en heces u orina (y, por tanto, detectada como PIG) y también existen variaciones interindividuales, pendientes de estudiar, que probablemente dependen de la edad, sexo, peso, microbiota, tipo de alimento con gluten consumido, ingesta de líquidos o fibra.
Los estudios realizados hasta ahora muestran resultados satisfactorios en cuanto a la capacidad del kit para detectar las transgresiones, pero algo decepcionantes respecto al cumplimiento de la dieta sin gluten en los pacientes, ya que se han hallado PIG en el 29,8, 48, 18 y 25% de los pacientes celíacos que seguían una dieta sin gluten4,5,7 (última cifra estudio pediátrico pendiente de publicación).
Como toda técnica nueva, plantea una serie de dudas respecto a su uso, como:
En resumen, nos hallamos ante una técnica nueva, cuya sensibilidad permite detectar cantidades muy bajas de gluten y su especificidad hace que solo se detecte si ha existido consumo. Esto nos permite a nivel de la consulta diaria: 1) monitorizar transgresiones involuntarias o contaminaciones alimentarias; 2) confirmar ingestas voluntarias que son negadas por los pacientes; 3) verificar la ingesta de gluten previa al diagnóstico para evitar falsos resultados negativos (algunos pacientes retiran el gluten antes de realizar todas las pruebas necesarias); 4) ayudar en el diagnóstico de la enfermedad celíaca refractaria; 5) monitorizar la eficacia de nuevos tratamientos farmacológicos que puedan aparecer, y 6) reducir las complicaciones a largo plazo, que es el objetivo final que como gastroenterólogos pediátricos debemos tener siempre presente.
Castillejo de Villasante G. Control del cumplimiento de la dieta sin gluten. Evid Pediatr. 2018;14:31.
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