Autor: Ruza Tarrío FJ.
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Los sueros de mantenimiento aportan los requerimientos de agua y electrolitos necesarios para cubrir las necesidades fisiológicas del individuo, consiguiendo un balance hídrico y salino neutro1. Para su cálculo en niños se han tomado como referencia parámetros antropométricos diversos: en primer lugar, el peso corporal en kilogramos (kgrs); sabemos, sin embargo, que no hay una relación lineal simple entre este parámetro y las necesidades de líquidos a lo largo de las diferentes edades pediátricas. Posteriormente se propuso la superficie corporal en metros cuadrados (m2) asumiendo que las necesidades de líquidos y de electrolitos en miliequivalentes (mEq) se mantenían constantes para este parámetro, hecho que tampoco responde a la realidad. La siguiente referencia fue el consumo energético (CE), aparentemente el más fisiológico, al relacionar las demandas hídricas con la actividad metabólica del individuo. Se sabe que los requerimientos diarios de agua en todos los mamíferos es de 140 mililitros (ml) por cada 100 kilocalorías (kcal) que metabolizan, los cuales vienen a satisfacer las pérdidas insensibles que se producen a nivel de piel y pulmón (valores constantes), las debidas a una mínima cantidad de sudor, las habidas por las heces y las pérdidas de líquidos por orina, que guardan relación con la cantidad de solutos de obligada eliminación renal. Por otra parte, la propia actividad metabólica genera agua endógena (secundaria a la metabolización de los hidratos de carbono y de los lípidos), llamada agua metabólica, cuyos valores oscilan entre 10-12 ml por cada 100 kcal. metabolizadas. Pérdidas insensibles por un lado y agua metabólica por el otro constituyen variables no mensurables que pueden alterar los cálculos en los balances hidrosalinos diarios y justificar las desviaciones observadas en la natremia en niños sometidos a sueros de mantenimiento. No obstante, a la luz de los conocimientos actuales, y a pesar de las limitaciones existentes, el patrón de referencia de elección más adecuado para el cálculo de los sueros de mantenimiento parece ser el CE.
El cálculo del CE en los niños es un proceso complejo al no tener medios fáciles para medir su valor real. Por ello Holliday y Segar2, ya en el año 57, propusieron unas tablas de referencia en las que simplificaron su cálculo en el niño enfermo1. Para ello igualaron las demandas hídricas con los valores del CE (100 kcal precisaban 100 ml de agua), es decir, disminuyeron el agua que se aporta para la eliminación renal de solutos al considerar que un niño hospitalizado y en ayunas reduce de forma importante esta eliminación y, en consecuencia, precisa menor cantidad de aportes externos de fluidos. Mediante este ingenioso artilugio se facilitó la divulgación del CE como patrón de referencia, manteniéndolo en primera línea durante muchos años.
Años mas tarde, Darrow3 elaboró unas pautas de necesidades de agua y electrolitos de acuerdo a los diferentes pesos corporales, a los que aplicaba el CE real. Así, en niños entre 3 - 10 kg (1 - 12 meses de edad), que en situación de hospitalización reducen su actividad metabólica a niveles de GER (Gasto Energético en Reposo que él denominó, en aquella época, calorías metabolizadas), es decir, unos 70 kcal/kgr/día, le corresponden 100 ml/kg/día. Este método coincide en los volúmenes de los aportes de líquidos con el propuesto por Holliday, por lo que para situaciones clínicas no complicadas (cálculo de sueros de mantenimiento) tienen igual validez. Sin embargo, la posterior aparición de nuevas terapéuticas como la nutrición parenteral total (NPT) y el desarrollo de tratamientos sofisticados para situaciones clínicas complejas4-9 hacen que el cálculo basado en el CE real del paciente tenga absoluta prioridad. Con el CE real se pueden calcular las necesidades hídricas y salinas con total precisión al ser un patrón biológico adaptable a las diferentes edades y situaciones clínicas que los pacientes puedan tener.
Esta referencia biológica nos plantea la necesidad de acercarnos al conocimiento del GER, bien mediante su medición directa10, o bien calculándola mediante fórmulas adaptadas a las situaciones clínicas diversas11.
El cálculo de los sueros de mantenimiento se fundamenta en el principio de que el organismo se mantiene en un equilibro hídrico y salino que se objetiva a nivel clínico por medio de los balances de agua y electrolitos. Sobre este concepto, los aportes de agua deben ser similares a las eliminaciones, con la excepción en los niños del componente positivo correspondiente a la retención de líquidos para el crecimiento. Similar consideración tienen los balances de electrolitos y por ello, los aportes de mantenimiento deben ser iguales a sus eliminaciones urinarias. De acuerdo a estas argumentaciones se viene reconociendo que la administración de sueros cristaloides con concentraciones de sodios de 150 mEq/L, al aportar concentraciones similares a las plasmáticas y muy superiores a las de su eliminación renal, generan balances agudos positivos de sodio, con retención del mismo en el espacio extracelular (EEC), provocando su expansión. Por el contrario, la perfusión de sueros glucosalinos, con concentraciones de sodio del 0,18, 0,33 ó 0,45%, permiten equilibrar aportes y eliminaciones urinarias del sodio (Na) manteniendo sin alteraciones el medio interno y, en consecuencia, se vienen considerando como sueros de elección para el mantenimiento hidrosalino en el niño. No obstante, conviene destacar que esta aseveración no ha sido validada mediante series clínicas amplias y bien protocolarizadas.
La sospecha reciente por parte de varios autores de que los sueros de mantenimiento actuales pueden generar hiponatremia ha estimulado a realizar un metanálisis en el que se estudió la repercusión sobre la natremia de la aplicación de estos sueros en los pacientes pediátricos12. De 104 trabajos sobre esta materia que inicialmente recogieron los autores, seleccionaron seis que en el metanálisis evidencian el riesgo de provocar hiponatremia al aplicar fluidoterapia con sueros con contenidos bajos en sodio.
Para interpretar bien los hallazgos del metanálisis conviene recordar muy brevemente algunos principios referentes al metabolismo del agua y de los electrolitos.
Otro factor de confusión que los clínicos conocemos muy bien es la velocidad a la que se realiza la infusión endovenosa. En la actualidad, las bombas de perfusión endovenosa garantizan una velocidad de flujo constante. Este aspecto no se aclara en los trabajos analizados y es sabido que el incremento transitorio de aportes - hecho relativamente frecuente en la etapa pre-bombas de perfusión a la que pertenecen algunos de los trabajos estudiados - puede generar un balance hídrico positivo que favorezca la hiponatremia.
¿Cómo controlar todas estas variables? ¿Es válida una única solución de mantenimiento como solución universal, o tendremos que aplicar diferentes soluciones específicas para cada una de estas situaciones?
En el metanálisis, sobre seis series pediátricas muy diversas, en cuyos objetivos prioritarios no estaba la valoración de los sueros de mantenimiento, se deduce que la infusión de sueros denominados hipotónicos por los autores, pero que eran isotónicos e hiposódicos conlleva un riesgo mayor de hiponatremia (odds ratio [OR]: 17,22; intervalo de confianza del 95% [IC95%]: 8,67 a 34,2)12.
Sobre la pregunta de esta editorial: ¿es la hora de cambiar la composición de los sueros de mantenimiento?, la respuesta debe ser cautelosa15. La gran virtud de los autores del metanálisis es la de plantear el tema sobre una valoración que apoya una tendencia a que con los sueros hiposalinos como sueros de mantenimiento se genera hiponatremia, lo cual sugiere la conveniencia de revisar el planteamiento actual de los mismos. Sin embargo, antes de aceptar plenamente esta conclusión y aceptar cambios en la estrategia de esta terapéutica, debemos recordar que en los niños el campo de aplicación de estos sueros es muy cambiante; en ellos influyen la edad, la situación clínica subyacente: normalidad (preoperatorio, preparación para pruebas diagnósticas, etc), estado post-agresión agudo o crónico (postcirugía, sépsis, etc), estado de hidratación y nutrición previos, existencia de factores de interferencia (fiebre o hipotermia) y además, en los niños críticos, la incidencia de factores terapéuticos ya comentados (ventilación mecánica, sedación, etc) o de factores quirúrgicos (drenajes, etc).
Por todo ello, parece muy pertinente en los niños sometidos a sueros de mantenimiento la recomendación final de los autores del metanálisis: en cada paciente se deben realizar valoraciones clínicas meticulosas, tanto al inicio como con cierta periodicidad a lo largo del tratamiento, con cuantificación de la diuresis y monitorización de los valores plasmáticos y urinarios de osmolaridad y electrolitos. Con estas medidas se podrá evitar la aparición de hiponatremias o en su caso, de hipernatremias.
Tabla 1: tipos de sueros y características de su composición Mostrar/ocultar
También se puede concluir que, como tratamiento expansor del EEC y de la propia volemia, se deben utilizar cristaloides que contengan concentraciones de sodio similares a los del plasma (iguales o mayores de 0,9% (154 mEq/L)). Todos los cristaloides isonatrémicos (cloruro sódico [ClNa] 0,9%, bicarbonato sódico [C03HNa] 1/6 molar [M][1,4%], Ringer lactato) tienen similar efecto expansor. Otra valoración puede ser la de cual de ellos elegir cuando coexista una acidosis metabólica intensa; en esta situación todos son igualmente valiosos, sin embargo, en experiencia experimental con cerditos de nuestro grupo, el suero bicarbonatado 1/6 M parece corregir mas rápidamente la acidosis durante el tiempo que dura su infusión en comparación con el SSF, si bien al final de la expansión se igualan las correcciones realizadas con ambos cristaloides. Son excepciones a la utilización del suero bicarbonatado 1/6M como expansor el shock hipovolémico que se acompañe de alcalosis metabólica (deshidratación secundaria a vómitos de origen gástrico), así como la expansión EEC en la cetoacidosis diabética con valores de bicarbonato superiores a 15 mEq/L.
Como suero de mantenimiento es aconsejable tener en mente la recomendación antes referida de los autores del metanálisis, aportando sueros isotónicos e isosódicos, al menos en las primeras 24 horas, en todos aquellos pacientes en los que además del mantenimiento sean portadores de drenajes y aspiraciones digestivas. En los pacientes que no tengan pérdidas hidrosalinas extraordinarias, que estén en ayunas en espera de una intervención quirúrgica o que tengan una patología no muy grave se les pueden aplicar sueros de mantenimiento isotónicos e hiposódicos (grupo salino 1/3 (ClNa 0,3%) o a 1/2 (ClNa 0,45%), etc) monitorizando con periodicidad los valores plasmáticos y urinarios de natremia y natriuresis, para mantener la homeostasis hidrosalina en situación estable, en tanto en cuanto no dispongamos de una propuesta firme de suero de mantenimiento más recomendable, confirmada mediante series clínicas pediátricas amplias y bien validadas.
Ruza Tarrío FJ. ¿Es la hora de cambiar la composición de los sueros de mantenimiento? Evid Pediatr. 2007;3:1.
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